
Olvídate de los robots que conquistan el mundo o de algoritmos que predicen tu playlist y hasta tu divorcio. Guillermo del Toro no le teme a la inteligencia artificial. Su miedo real tiene nombre y apellido: estupidez humana. Sí, esa misma que deja comentarios crueles en redes mientras bebe café a las ocho de la mañana.
Durante el Festival de Venecia 2025, Del Toro compartió lo que muchos creativos sienten pero pocos dicen: la tecnología puede generar formas, colores y texturas, pero no puede sentir ni transmitir emoción auténtica. Cada criatura, cada monstruo, cada lágrima derramada en pantalla lleva la impronta del humano detrás del pincel, del guion o de la cámara. La IA puede imitar, pero no puede llorar, reír o conmover.
Del Toro entiende el arte como un contrato emocional. Cada historia tiene que tocar algo dentro del espectador; no basta con generar imágenes espectaculares. La emoción es el alma del branding, y en el cine, cada imagen que provoca algo real es un acto de autenticidad que ningún algoritmo puede replicar.
Los directores y artistas que confían en IA como sustituto corren el riesgo de perder eso: la capacidad de conectar con lo humano. Del Toro recuerda a todos que el proceso creativo no es un botón, es un viaje de experimentación, riesgo y vulnerabilidad.
La reflexión de Del Toro va más allá del cine: se aplica al branding, al diseño y a cualquier disciplina creativa. En un mundo saturado de herramientas automáticas, la verdadera distinción se encuentra en la capacidad de transmitir identidad y emociones reales. La creatividad no se automatiza, se siente.
Al final, la advertencia del maestro es clara: la IA es una herramienta, no un reemplazo. La estupidez humana sigue siendo más peligrosa que cualquier algoritmo. Y quienes olviden eso, corren el riesgo de producir obras perfectas en apariencia, pero vacías de alma.
Cada monstruo de Del Toro es un reflejo de nosotros mismos. La IA puede dibujar un monstruo perfecto, pero no puede mostrar el miedo, la ternura o la fragilidad humana que esos personajes despiertan. Esa es la lección que cualquier creativo debe aprender: las emociones son la moneda más valiosa del branding y del storytelling.
Del Toro nos recuerda que no basta con “hacerlo bonito”. La verdadera creatividad exige riesgo, sensibilidad y autenticidad. Cada marca que intenta automatizar su voz o reducir su narrativa a fórmulas está ignorando el componente humano que conecta con las personas.
No se trata de demonizar la tecnología. La IA puede ser una herramienta poderosa, un aliado para acelerar procesos o explorar nuevas ideas. Pero la diferencia entre algo memorable y algo olvidable sigue siendo la emoción, la intención y el alma que solo un humano puede poner en su obra.